domingo, 22 de mayo de 2011

RITMO



CAPÍTULO XI

RITMO

«Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas;
la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la
compensación.»

El Kybalion.


El Quinto Gran Principio Hermético —El Principio del Ritmo— encierra la verdad de que en todos
se manifiesta una oscilación medida, movimiento de ida y vuelta, un flujo y reflujo, un movimiento
semejante al del péndulo, una marea con suba y baja, manifestándose siempre entre los dos polos los
planos físico, mental y espiritual. El principio del Ritmo está estrechamente relacionado con el
principio de polaridad, descrito en el capítulo anterior. El ritmo se manifiesta entre los dos polos
establecidos por el principio de polaridad. Esto no significa, sin embargo, que la oscilación rítmica
vaya hasta los extremos de cada polo, pues esto sucede rarísimas veces. En realidad, es muy difícil
establecer los opuestos polares extremos en la mayoría de los casos.

Pero la oscilación es siempre «hacia» un polo primero, y después «hacia» el otro.

Siempre hay una acción y una reacción, un avance y un retroceso, una elevación y una caída,
manifestándose en todas las cosas y fenómenos del universo. Moles, mundos, hombres, animales,
vegetales, minerales, energías, fuerzas, mente, y materia, y hasta el mismo espíritu manifiestan este
principio. El principio se manifiesta en la creación y destrucción de los mundos, en la elevación y caída
de las naciones, en la historia de la vida de todas las cosas y, finalmente, en los estados mentales del
hombre.

Empezando por las manifestaciones del Espíritu —el TODO— se verá que siempre hay una
Emanación, seguida de Absorción, «la respiración y la aspiración de Brahma», según dicen los
brahmines. Los universos se crean, alcanzan el punto más bajo de maternidad y entonces comienzan la
oscilación de vuelta. Los soles nacen, alcanzan la cumbre de su poder, empieza el progreso de su
retrogresión y después de eones sin cuento se convierten en muertas masas de materia, esperando otro
impulso que imparta en ellos nuevas energías internas y que los lleve a un nuevo ciclo de vida solar. Y
así sucede con todos los mundos: nacen, crecen y mueren, sólo para renacer de nuevo. E igualmente
sucede con todas las cosas de cuerpo o forma: oscilan de la acción a la reacción, del nacimiento a la
muerte, de la actividad a la inactividad, y de nuevo comienza el ciclo. Lo mismo pasa con todos los
grandes movimientos filosóficos, credos de cualquier clase, gobiernos, naciones, etc.: nacen, crecen,
llegan a su madurez, decaen, mueren, sólo para renacer de nuevo.

La oscilación pendular es evidente por doquiera.

La noche sigue al día y el día a la noche. El péndulo oscila del verano al invierno y de éste a aquél.
Los corpúsculos, átomos y moléculas y todas las masas de materia, oscilan en torno del círculo que
corresponde a su naturaleza. No hay tal reposo absoluto o cesación de movimiento. Todo movimiento
participa del Ritmo. Este principio es de aplicación universal. Puede ser aplicado a cualquier cuestión o
fenómeno de las muchas fases de la vida. Puede aplicarse a todas las fases de la humana actividad.

Siempre existe la oscilación rítmica de un polo a otro. El Péndulo Universal está siempre en
movimiento. Las mareas de la vida fluyen y refluyen de acuerdo con la Ley.
La ciencia moderna reconoce el principio del Ritmo, y lo considera de aplicación universal en
cuanto se refiere a las cosas materiales. Pero los herméticos llevan el principio mucho más allá y saben
que sus manifestaciones se extienden a las actividades mentales del hombre, y que él solo explica la
gran sucesión de sus modalidades, sentimientos y otros cambios contundentes que notamos en nosotros
mismos. Pero los herméticos, al estudiar la operación de este principio, han descubierto el modo de
substraerse a las actividades mediante la Transmutación.

Los Maestros Herméticos descubrieron que en tanto que el principio del Ritmo era invariable, y
evidente en todos los fenómenos mentales, había dos planos de manifestación en lo que a los
fenómenos mentales concernía. Descubrieron que había dos planos generales de conciencia, el Inferior
y el Superior, y este descubrimiento les permitió elevarse al plano superior, escapando a la oscilación
del péndulo rítmico, que se manifestaba en el plano inferior. En otras palabras, la oscilación del
péndulo se produce en el plano inconsciente y la conciencia no queda, por consiguiente, afectada.

A
esta ley la llamaron la Ley de la Neutralización. Su operación consiste en elevar al Ego sobre las
vibraciones del plano inconsciente de la actividad mental, de manera que la oscilación negativa del
péndulo no se manifieste en la conciencia y no quede uno afectado por ella. Es lo mismo que levantarse
por encima de una cosa y dejar que pase esta por debajo de uno. El instructor o discípulo hermético se
polariza a sí mismo en el polo requerido, y por un procedimiento semejante a «rehusar» el participar en
la oscilación retrógrada, o si se prefiere, «negando» su influencia sobre él, se mantiene firmemente en
su posición polarizada, y permite al péndulo mental oscilar hacia atrás en el plano inconsciente.

Todo
hombre, que en mayor o menor grado, ha adquirido cierto dominio de sí mismo, realiza esto más o
menos conscientemente, impidiendo que sus modalidades o estados mentales negativos lo afecten,
mediante la aplicación de la ley de la neutralización. El maestro, sin embargo, lleva esto hasta un grado
muchísimo mayor de eficacia y proficiencia, y, mediante su voluntad, llega a un grado de equilibrio e
inflexibilidad mental casi imposible de concebir por aquellos que se dejan llevar y traer por el péndulo
mental de sus sentimientos y modalidades.

Todo pensador apreciará debidamente la gran importancia del asunto con sólo considerar lo esclavo
que, en su mayoría, la gente es de su propio estado de ánimo, sentimientos y emociones y el poco
dominio de sí mismo que tienen. A poco que se medite el asunto se comprenderá cuanto nos han
afectado en nuestra vida esas oscilaciones del ritmo; como a un período de entusiasmo ha seguido un
correspondiente período de depresión.

Igualmente, tenemos períodos de valor, que son seguidos de períodos de desaliento y miedo. Y así
sucede con todos o la mayoría por lo menos: marea de sentimientos y emociones se elevan y caen, pero
nunca sospechan la causa de ese fenómeno. Si se comprende la operación de este principio, se obtendrá
la clave para dominar esas oscilaciones y uno podrá conocerse a sí mismo mucho mejor, evitando
además el dejarse llevar por esos flujos y reflujos. La voluntad es muy superior a la manifestación
consciente de este principio, por más que el principio mismo nunca puede ser destruido.

Podremos
sustraernos a sus efectos, pero, no obstante, el principio obrará. El péndulo siempre oscila, si bien
podemos evitar el ser arrastrados por su oscilación.

Existen, además, otras particularidades en la operación de este Principio del Ritmo, de las que
vamos a hablar ahora. Dentro de su operación entra lo que se conoce como ley de compensación.

Una
de las definiciones o significados de la palabra compensación es «contrabalancear», «equilibrar», y en
este sentido se emplea dicho término en la Filosofía Hermética. A esta ley de compensación se refiere
El Kybalion cuando dice: «La medida de la oscilación hacia la derecha es la misma que la de la
oscilación a la izquierda; el ritmo es la compensación».

La ley de compensación es la que hace que la oscilación en una dirección determine otra oscilación
en sentido contrario, y así se equilibran mutuamente. En el Plano Físico vemos muchos ejemplos de
esta ley. El péndulo de un reloj oscila hasta cierto punto hacia la derecha y de allí vuelve a oscilar hacia
la izquierda otro tanto. Las estaciones se equilibran unas a otras de la misma manera. Las mareas
obedecen a la misma ley. Y la misma ley se manifiesta en todos los fenómenos del Ritmo. El péndulo
que sólo hace una oscilación corta hacia la derecha, hace otra oscilación corta hacia la izquierda. Si la
oscilación hacia la derecha es grande, la oscilación hacia la izquierda lo es igualmente, un objeto
cualquiera arrojado hacia arriba, tiene que recorrer exactamente el mismo camino de vuelta. La fuerza
con que se lanza un proyectil hacia arriba se reproduce cuando el proyectil vuelve a la tierra. Esta ley es
constante en el Plano Físico, como cualquier referencia a la mayor autoridad científica lo corroborará.

Pero el hermético lo lleva aún más allá. Y afirma que los estados mentales están sujetos a la misma
ley. El hombre capaz de gozar agudamente, es también capaz de sufrir en igual grado. El que sólo es
capaz de escaso dolor, tampoco puede gozar más que escaso placer. El cerdo sufre mentalmente muy
poco; pero, en cambio, tampoco puede gozar gran cosa: está compensado. Por otra parte, hay animales
que gozan extraordinariamente, pero también su sistema nervioso y temperamento los hacen sufrir
extremos grados de dolor. Igualmente sucede con el hombre. Hay temperamentos que sólo son capaces
de muy poco goce, pero entonces sólo existe, como compensación, una capacidad para soportar muy
poco dolor, en tanto que otros hombres pueden gozar intensamente sufren en igual grado. La regla es
que la capacidad para el placer y el dolor en cada individuo está equilibrada. La ley de compensación
opera ampliamente aquí también.

Pero el hermético va más allá aún en esta materia, y afirma que antes de que uno pueda gozar de
cierto grado de placer es necesario que haya oscilado proporcionalmente otro tanto hacia el otro polo
del sentimiento o sensación. El negativo en esta materia precede al positivo; es decir, que al
experimentar cierto grado de placer no se seguirá que «haya que pagarlo» con un correspondiente
grado de dolor; por el contrario, el placer es la oscilación rítmica, de acuerdo con la ley de
compensación, originada por un grado de dolor experimentado previamente, bien en la vida actual o en
encarnaciones anteriores. Y esto arroja una nueva luz sobre el problema del dolor.

Los herméticos consideran la cadena de vidas como continua, como simples puertas de una sola
vida del individuo, de suerte que la oscilación rítmica es considerada en esta forma, mientras que no
tendría significado alguno si no se admitiera la doctrina de la reencarnación.

Pero, además, el hermético sostiene que el maestro o el discípulo avanzado es capaz, en grado
superlativo, de rehuir la oscilación hacia el dolor, realizando el proceso de neutralización a que
aludiéramos anteriormente. Ascendiendo al plano superior del Ego, se evitan muchas de las
experiencias que llegan a los que habitan en planos inferiores.

La ley de compensación desempeña una parte importante en la vida de los hombres, pues se verá
que uno generalmente paga el precio de lo que tiene o le falta. Si se posee una cosa, falta otra, y así se
equilibra la balanza. Nadie puede guardarse su centavo y tener al mismo tiempo la torta, todo tiene su
lado agradable y desagradable. Las cosas que uno obtiene siempre las paga con las que pierde. El rico
posee mucho de lo que al pobre le falta, mientras que el pobre posee cosas que frecuentemente están
fuera del alcance del rico. El millonario que gusta de los festines, y que tiene la fortuna necesaria para
satisfacer sus deseos y asegurarse la satisfacción de su gula, carece del apetito necesario para gustarlos,
y envidia el apetito y la digestión del obrero a quien le falta la fortuna y la inclinación del millonario,
gozando más de su sencillo alimento que el millonario sin apetito y con el estómago arruinado. Y así
sucede con todo en la vida. La ley de compensación está siempre obrando, equilibrando y
contrabalanceando las cosas continuamente, en la sucesión del tiempo, aunque la oscilación del ritmo
tarde vidas enteras.

El Kybalión

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