domingo, 22 de mayo de 2011

POLARIDAD


CAPÍTULO X

POLARIDAD

«Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos; los semejantes y desemejantes son los mismos;
los opuestos son idénticos en naturaleza, difiriendo sólo en grado; los extremos se tocan; todas las verdades,
son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.»

El Kybalion.

El Cuarto Gran Principio Hermético —el Principio de polaridad— encierra la verdad de que todas
las cosas manifestadas tienen dos lados, dos aspectos, dos polos; un par de opuestos con innumerables
grados entre ambos extremos. Las antiguas paradojas, que siempre han confundido la mente de los
hombres, quedan explicadas si se comprende este principio. El hombre siempre ha reconocido algo
semejante a este principio y ha tratado de expresarlas con dichos, máximas o aforismos como los
siguientes: «Todo es y no es al mismo tiempo»; «todas las verdades no son más que medias-verdades»;
«toda verdad es medio-falsa»; «Todas las cosas tienen dos lados»; «siempre hay un reverso para cada
anverso», etc.

Las enseñanzas herméticas opinan sobre la diferencia que existe entre cosas aparentemente
opuestas diametralmente, que es sólo cuestión de grado. Y afirma que todo par de opuestos puede
conciliarse y que la tesis y la antítesis son idénticas en naturaleza, difiriendo sólo en grado. La
conciliación universal de los opuestos se efectúa reconociendo este Principio de Polaridad. Ejemplo de
este principio pueden encontrarse en todas partes, después de un examen de la naturaleza real de las
cosas.

El espíritu y la materia no son más que polos de las mismas cosas, siendo los planos intermediarios
cuestión de grados vibratorios meramente. El TODO y los muchos son los mismos, residiendo la
diferencia solamente en el grado de manifestación mental. De manera, pues, que la LEY y las leyes son
los dos polos de una sola y misma cosa. E igual sucede con el PRINCIPIO y los principios, con la
MENTE infinita y la mente finita.

Si pasamos al plano físico encontramos que el Calor y el Frío son de naturaleza idéntica, siendo la
diferencia simple cuestión de grados. El termómetro indica los grados de temperatura, siendo el polo
inferior el llamado «frío» y el superior «calor». Entre ambos hay muchos grados de calor y frío, pues
cualquier nombre que se les dé es correcto. De dos grados, el superior es siempre más caliente en
comparación con el inferior, que es más frío. No hay absolutamente un tipo fijo: todo es cuestión de
grado. No hay ningún sitio en el termómetro en el que cese el calor y comience el frío absolutamente.

Todo se reduce a vibraciones más o menos elevadas o bajas. Las mismas palabras «elevado» y «bajo»
que nos vemos obligados a usar, no son más que polos de la misma cosa: los términos son relativos.

Así sucede igualmente con el «Este» y el «Oeste». Si viajamos alrededor del mundo en dirección al
oriente, llegaremos a un punto que se llama occidente, considerándolo desde el punto de partida.
Marchemos suficientemente lejos hacia el Norte y pronto nos encontraremos viajando hacia el sur y
viceversa.

La Luz y la oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos grados entre ambos. La escala
musical es la misma. Partiendo del sí en adelante llegaremos a encontrar otro sí y así sucesivamente,
siendo las diferencias entre los extremos también cuestión de grados. En la escala del color sucede otro
tanto, siendo la intensidad vibratoria la única diferencia que existe entre el rojo y el violeta. Lo grande
y lo pequeño son cosas relativas. Igualmente lo es el ruido y la quietud, lo duro y lo blando, lo afilado y
lo romo. Positivo y negativo son los dos polos de una misma cosa, con innumerables gradaciones entre
ambos.

Bueno y malo no son cosas absolutas; A un extremo lo llamamos bueno y al otro malo, o Bien al
uno y Mal al otro, de acuerdo con el sentido que queramos darle. Una cosa es menos buena que la que
le es superior en la escala, pero esa cosa menos buena, a su vez, es mejor comparada con la que tenga el
más o el menos regido por la posición que tenga en la escala.

Igual cosa sucede en el plano mental. El amor y el odio son considerados como diametralmente
opuestos, completamente diferentes e irreconciliables. Pero si aplicamos el Principio de Polaridad,
encontraremos que no existe un amor absoluto o un odio absoluto, diferentes uno de otro. Los dos no
son más que términos aplicados a los dos polos de la misma cosa. Empezando en cualquier punto de la
escala, encontramos «más amor» o «menos odio», si ascendemos por ella, o «menos amor» si por ella
descendemos, y esto es cierto, sin importar nada el punto, alto y bajo, que tomemos como partida.

Hay muchos grados de amor y de odio, y existe también un punto medio donde el agrado y el
desagrado se mezclan en tal forma que es imposible distinguirlos. El valor y el miedo quedan también
bajo la misma regla. Los pares de opuestos existen por doquier. Donde encontremos una cosa,
encontraremos también su opuesta: los dos polos.

Este hecho es el que permite al hermético transmutar un estado mental en otro, siguiendo las líneas
de polarización. Las cosas de diferente clase no pueden transmutarse unas en otras, pero sí las de igual
clase. Así, pues, el Amor no podrá convertirse en Este u Oeste, o Rojo o Violeta, pero puede tornarse
en Odio, e igualmente el Odio puede tornarse en Amor cambiando su polaridad. El valor puede
transmutarse en miedo y viceversa. Las cosas duras pueden tornarse blandas, las calientes, frías, y así
sucesivamente, efectuándose siempre la transmutación entre cosas de la misma clase, pero de grado
diferente. Tratándose de un hombre cobarde, si se elevan sus vibraciones mentales a lo largo de la línea
Miedo-valor, se llenará de valentía y desprecio por el peligro. E igualmente el perezoso puede hacerse
activo y enérgico, polarizándose simplemente a lo largo de las líneas de la deseada cualidad.
Los discípulos familiarizados con los procedimientos mediante los cuales producen las diversas
escuelas de ciencia mental cambios en los estados mentales de sus seguidores, quizás, no comprendan
fácilmente cuál es el principio que se oculta tras esos cambios. Pero, no obstante, una vez que se ha
entendido el Principio de Polaridad, se ve inmediatamente que esos cambios mentales son ocasionados
por un cambio de polaridad, por un deslizamiento a lo largo de la misma escala. Este cambio no es de
la naturaleza de transmutar una cosa en otra completamente diferente, sino que se reduce a un simple
cambio de grado de la misma cosa, lo que es una diferencia importantísima. Por ejemplo, y sacando un
ejemplo del Mundo Físico, es imposible cambiar el calor en agudeza o filosidad, pesadez, elevación,
etc., pero puede ser fácilmente transmutado en frío, con sólo amortiguar la vibración. De la misma
manera el odio y el amor son recíprocamente transmutables, así como el miedo y el valor. Pero el
Miedo no puede transformarse en Amor, ni el Valor en Odio. Los estados mentales pertenecen a
innumerables clases, cada una de las cuales tienen sus polos opuestos, a lo largo de los cuales es
posible la transmutación.

Se comprenderá fácilmente que, tanto en los estados mentales como en los fenómenos del plano
físico, los dos polos pueden ser clasificados como positivo y negativo, respectivamente. Así, pues, el
amor es positivo respecto al odio; el valor respecto al miedo; la actividad respecto de la inercia, etc. Y
también se notará, aun desconociendo el principio de vibración, que el polo positivo parece ser de
grado superior que el negativo, pudiendo aquel dominar fácilmente a este. La tendencia de la
Naturaleza es en dirección a la actividad dominante del polo positivo.

Además del cambio de los polos de los propios estados mentales mediante la aplicación del arte de
la polarización, el fenómeno de la influencia mental, en sus múltiples fases, demuestra que el principio
puede extenderse hasta abarcar los fenómenos de la influencia de una mente sobre otra, de lo que tanto
ha sido escrito en los últimos años. Cuando se comprende que la inducción mental es posible, esto es,
que los estados mentales pueden producirse por inducción de los demás, entonces se verá como puede
comunicarse a otra cierta clase de vibración o polaridad, cambiándose así la polarización de la mente
entera. La mayoría de los resultados obtenidos mediante los «tratamientos mentales» se obtienen según
ese principio. Por ejemplo, una persona está triste, melancólica y temerosa. Un científico de la mente
eleva su propia mentalidad al deseado grado de vibración, mediante su voluntad previamente
ejercitada, y de esta manera obtiene la polarización requerida en su propia mentalidad. Entonces por
inducción, produce un estado mental análogo en el otro, siendo el resultado que las vibraciones de éste
se intensifican y el paciente se polariza hacia el polo positivo de la escala, en vez de polarizarse hacia el
negativo, y sus temores, melancolía, etc., se transforman en valor, contento y parecidos estados
internos. Un poco de meditación sobre el asunto demostrará que esos cambios mentales se efectúan casi
todos a lo largo de las líneas de polarización, siendo el cambio más bien cuestión que de clase.
El conocimiento de este gran principio hermético permitirá comprender mejor los propios estados
mentales, así como los de los demás. Y se verá que esos estados son puramente cuestión de grados, y al
comprobar el hecho podrá elevar las vibraciones interiores a voluntad, cambiando su polaridad,
haciéndose dueño de sus pensamientos, en vez de ser su esclavo y servidor. Este conocimiento le
permitirá además ayudar a otros inteligentemente, cambiando, mediante los métodos apropiados, su
polaridad. Es muy conveniente familiarizarse con este principio, porque su comprensión correcta
arrojará muchísima luz sobre problemas difíciles y oscuros.

* * *
El Kybalión

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