domingo, 22 de mayo de 2011

GÉNERO


CAPÍTULO XIII

GÉNERO

«El género está en todo, todo tiene su principio masculino y femenino; el género se manifiesta en todos
los planos.»

El Kybalion.

EL Séptimo Gran Principio Hermético —el Principio de Género— encierra la verdad de que el
género se manifiesta en todas las cosas, de que los principios masculinos y femeninos están siempre
presentes en plena actividad en todos los fenómenos y en cada uno de los planos de la vida. En este
punto es bueno llamar la atención sobre el hecho de que el Género, en su sentido hermético, y el sexo,
en la acepción ordinariamente aceptada del término, no son lo mismos.

La palabra «género» deriva de la raíz latina que significa «concebir, procrear, generar, crear,
producir». Un momento de consideración sobre el asunto demostrará que esa palabra tiene un
significado mucho más amplio y general que el término «sexo», pues este se refiere a las distinciones
físicas entre los seres machos y hembras. El sexo no es más que una mera manifestación del Género en
cierto plano del Gran Plano Físico: el de la vida orgánica. Es necesario que esta distinción se imprima
en la mente, porque ciertos escritores que han adquirido algunas nociones de filosofía hermética han
tratado de identificar este séptimo principio con estúpidas y a veces reprensibles teorías y enseñanzas
concernientes al sexo.

El oficio del género es solamente el de crear, producir, generar, etc., y sus manifestaciones son
visibles en todos los planos fenomenales. Es un tanto difícil aportar pruebas de esto siguiendo las líneas
científicas, porque la ciencia no ha reconocido todavía a este principio como de aplicación universal.

Pero, así y todo, van produciéndose algunas pruebas provenientes de fuentes científicas. En primer
lugar, encontramos una manifestación distinta del Principio del Género entre los corpúsculos, iones o
electrones, que constituyen las bases de la materia como la ciencia lo reconoce actualmente, y que, al
constituir determinadas combinaciones, forman el átomo, que anteriormente se consideraba como el
punto final e indivisible.

La última palabra de la ciencia es que el átomo está compuesto por una multitud de corpúsculos,
electrones o iones (diversos nombres de la misma cosa), que giran unos en torno de otros y vibran con
un elevado grado de intensidad. Pero se postula además que la formación del átomo se debe realmente
a que los corpúsculos negativos se pongan a girar en torno de uno positivo. Los corpúsculos positivos
parecen ejercer cierta influencia sobre los negativos, impulsando a estos a constituir ciertas
combinaciones que dan como resultado la «creación» o «generación» de un átomo. Y esto está
perfectamente de acuerdo con las más antiguas enseñanzas herméticas, que han identificado siempre al
principio masculino del género con lo «positivo» y al femenino con lo «negativo», como en la
electricidad, por ejemplo.

Puédese agregar ahora que la mente pública se ha formulado una impresión completamente errónea
sobre las cualidades del llamado «polo negativo» de la materia electrizada o magnetizada. Los términos
positivos y negativos han sido pésimamente aplicados a este fenómeno. La palabra «positivo» significa
algo real y fuerte en comparación con la irrealidad o debilidad del negativo. Pero nada está más lejos de
los hechos reales de los fenómenos eléctricos. El polo negativo de la batería es realmente el polo en y
por el cual se manifiesta la generación o producción de formas y energías nuevas. Nada hay de
«negativo» en él. Los hombres de ciencia de mayor autoridad están actualmente empleando la palabra
«cátodo» en vez de «negativo», derivando cátodo de una raíz griega que significa «desciende, el
recorrido o camino de la generación», etc. Del cátodo emerge el torbellino de electrones o corpúsculos;
del mismo polo surgen esos maravillosos «rayos» que han revolucionado las concepciones científicas
durante la pasada década. El polo catódico es la madre de todos los extraños fenómenos que han
convertido en inútiles a los antiguos libros de texto y que han hecho que teorías mucho tiempo
aceptadas hayan sido relegadas al montón de los desechos de las especulaciones científicas. El cátodo,
o polo negativo, es el principio madre de los Fenómenos Eléctricos y de las más sutiles formas de
materia que la ciencia conoce actualmente. De manera, pues, que existen poderosas razones que
impulsan a rechazar el término «negativo», insistiendo en sustituirlo por la palabra «femenino» en vez
del término antiguo. Los hechos nos conducen a esto, sin tener en cuenta para nada la doctrina
hermética, y, por consiguiente, emplearemos la palabra «femenino» en vez de «negativo» al hablar de
dicho polo de actividad.

Las últimas enseñanzas científicas dicen que los corpúsculos o electrones creadores son femeninos.

(La ciencia dice que «están compuestos por electricidad negativa» y nosotros que están compuestos por
energía femenina).

Un corpúsculo femenino se destaca, o mejor dicho, deja a un corpúsculo masculino y comienza una
nueva carrera. Activamente busca una unión con un corpúsculo masculino, animado por el impulso
natural a crear nuevas formas de materia o energía. Cierto autor va aún más lejos y dice que «enseguida
busca, por su propia voluntad, una unión»… este desprendimiento y unión forman la base de la mayor
parte de las actividades en el mundo químico. Cuando un corpúsculo femenino se une a otro masculino,
empieza determinado proceso. Las partículas femeninas vibran más intensamente bajo la influencia de
la energía masculina y giran rápidamente en torno de esta última. El resultado es el nacimiento de un
nuevo átomo. Este nuevo átomo está compuesto realmente por una unión de electrones masculinos y
femeninos, pero cuando la unión se efectúa el átomo es una cosa separada, que posee ciertas
propiedades, pero que ya no manifiesta más la propiedad de electricidad en libertad. El proceso del
desprendimiento o separación de los electrones femeninos se llama «ionización». Estos electrones o
corpúsculos son los obreros más activos en el campo de la Naturaleza. De sus uniones o combinaciones
surgen las diversas manifestaciones de la luz, del calor, de la electricidad, del magnetismo, de la
atracción, de la repulsión, de las afinidades químicas y sus contrarios, así como otros fenómenos de
índole similar. Y todo surge de la operación del principio de género en el plano de la energía.
El papel del principio masculino parece ser el de dirigir a cierta energía inherente hacia el principio
femenino, poniendo así en actividad el proceso creador. Pero el principio femenino es el único que
ejecuta siempre el trabajo activo creador en todos los planos absolutamente. Pero, sin embargo, cada
principio es incapaz de energía operadora sin la ayuda del otro. En algunas de las formas de la vida los
dos principios se combinan en un solo organismo. Por esta razón, todo en el mundo orgánico manifiesta
ambos géneros: siempre está el principio masculino presente en la forma femenina. Las enseñanzas
herméticas comprenden en gran parte la operación de los dos principios del género en la producción y
manifestación de las diversas formas de energía, etc., pero no es necesario entrar en detalles sobre el
mismo en este asunto, pues no es posible endosarlas momentáneamente con pruebas científicas que aún
no existen, debido a que la ciencia no ha progresado todavía suficientemente. Pero el ejemplo expuesto
sobre los fenómenos de los electrones o corpúsculos demuestra que la ciencia está en el verdadero
camino y también da una idea general sobre los principios subyacentes.

Algunos investigadores científicos han anunciado su creencia de que, en la formación de los
cristales, se encuentra algo que corresponde a una especie de actividad sexual, lo que es una prueba
más de la dirección de donde sopla el viento actualmente sobre el campo de la ciencia.

Y cada año que pasa aportará nuevos hechos que corroborarán la exactitud del Principio Hermético
de Género. Se encontrará que el género está en operación constante, manifestándose en todo el campo
de la materia inorgánica, así como en el campo de la energía o fuerza. La electricidad se considera
actualmente como «algo» en lo que todas las demás formas de energía se mezclan o disuelven. La
Teoría Eléctrica del Universo es la última doctrina científica emitida, y está adquiriendo rápidamente
gran popularidad y aceptación. Y de esto se deduce que, si hemos podido descubrir en el fenómeno de
la electricidad, en la misma raíz o fuente de sus manifestaciones, una evidencia clara e inequívoca de la
presencia del género y de sus actividades, se puede afirmar sin miedo que la ciencia llegará,
últimamente, a ofrecer pruebas de la existencia, en todos los fenómenos del universo, de ese gran
principio hermético: el Principio de Género.

No es necesario perder el tiempo hablando del conocido fenómeno de la «atracción y de la
repulsión» de los átomos, de la afinidad química, de los amores y odios de las moléculas, de la
atracción o cohesión entre las partículas de la materia. Esos hechos son harto conocidos como para
exigir mayores comentarios. Pero, ¿se ha pensado alguna vez en que todas esas cosas no son más que
manifestaciones del principio de Género? ¿No se ve claramente que el fenómeno es general, trátese de
corpúsculos, moléculas o electrones? Y todavía más: ¿no es enteramente razonable y lógica la
enseñanza hermética que afirma que la misma ley de la gravitación —esa extraña atracción por la cual
todas las partículas y cuerpos en el universo tienden unos hacia otros— no es sino otra manera de
manifestarse del principio del género, que opera en la dirección de atraer las energías masculinas hacia
las femeninas y viceversa? No es posible ofrecer pruebas científicas por el momento, pero si se
examinan los fenómenos a la luz de las doctrinas herméticas sobre el asunto se verá que no existe
hipótesis alguna mejor que la actual, que explique los problemas. Sométanse todos los fenómenos
físicos a la prueba, y se verá que el principio del género se hace evidente.

Pasemos ahora a considerar la operación de este principio en el plano mental. Muchos hechos
interesantes están esperando nuestro examen.

* * *

El Kybalion

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