domingo, 22 de mayo de 2011

EL KYBALION - INTRODUCCIÓN



EL KYBALION

LOS MISTERIOS DE HERMES

TRES INICIADOS

Reproducido por Diego Alejandro Muñoz
diegoamu@yahoo.com
Medellín, Colombia

*

INTRODUCCIÓN

Mucho placer nos causa el poder presentar este trabajo a la atención de los estudiantes e
investigadores de las Doctrinas Secretas, obra que está basada en las antiquísimas enseñanzas
herméticas. Se ha escrito tan poca cosa sobre este asunto, a pesar de las innumerables referencias que
se han hecho de estas enseñanzas en muchos de los trabajos sobre ocultismo, que los investigadores de
las verdades arcanas habrán, sin dudas, presentido la aparición de este libro.

El propósito de éste no es la enunciación de una filosofía o doctrina especial, sino más bien el de
dar al estudiante una exégesis de la verdad, que le sirva para conciliar los muchos tópicos de los
conocimientos ocultos que puede ya haber adquirido, pero que, aparentemente, son contradictorios y
paradójicos, lo que a menudo desanima y disgusta al principiante. Nuestro intento no es el de erigir un
nuevo templo de sabiduría, sino el de colocar en manos del investigador una clave maestra con la cual
pueda abrir las numerosas puertas internas que conducen al Templo del Misterio.

Ningún conocimiento oculto ha sido tan celosamente guardado como los fragmentos de las
enseñanzas herméticas, los que han llegado hasta nosotros a través de las centurias transcurridas desde
los tiempos del Gran Fundador, Hermes Trismegisto, «el elegido de los dioses», quien murió en el
antiguo Egipto, cuando la raza actual estaba en su infancia. Contemporáneo de Abraham, y, si la
leyenda no miente, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del
Ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los conocimientos que han sido impartidos desde
entonces. Todas las bases fundamentales de las enseñanzas esotéricas que en cualquier tiempo han sido
impartidas a la raza son originarias, en esencia, de las formuladas por Hermes. Aun las más antiguas
doctrinas de la India han tenido su fuente en las enseñanzas herméticas.

Desde la tierra del Ganges muchos ocultistas avanzados se dirigieron hacia el Egipto para postrarse
a los pies del Maestro. De él obtuvieron la clave maestra, que, al par que explicaba, reconciliaba sus
diferentes puntos de vista, estableciéndose así firmemente la Doctrina Secreta. De todas partes del
globo vinieron discípulos y neófitos que miraban a Hermes como el Maestro de los Maestros, y su
influencia fue tan grande que, a pesar de las negativas de los centenares de instructores que había en los
diferentes países, se puede fácilmente encontrar en las enseñanzas de estos últimos las bases
fundamentales en las que se asentaban las doctrinas herméticas. El estudiante de religiones comparadas
puede fácilmente percibir la influencia tan grande que las enseñanzas herméticas han ejercido en todas
las religiones, sea cual fuere el nombre con que se les conozca ahora, bien en las religiones muertas o
bien en las actualmente existentes. La analogía salta a la vista, a pesar de los puntos aparentemente
contradictorios, y las enseñanzas herméticas son como un conciliador de ellas.

La obra de Hermes parece haberse dirigido en el sentido de sembrar la gran verdad que se ha
desarrollado y germinado en tantas y tan extrañas formas, más bien que en el de establecer una escuela
de la filosofía que dominara el pensamiento del mundo. Sin embargo, la verdad original enseñada por
él ha sido guardada intacta, en su pureza primitiva, por un reducido número de hombres en cada época,
los cuales, rehusando gran número de aficionados y de estudiantes poco desarrollados, siguieron el
proceder hermético y reservaron su conocimiento para los pocos que estaban prontos para
comprenderlo y dominarlo. De los labios a los oídos fue transmitido este conocimiento entre esos
pocos. Siempre han existido en cada generación y en los diversos países de la tierra algunos iniciados
que conservaron viva la sagrada llama de las enseñanzas herméticas, y que siempre han deseado
emplear sus lámparas para encender las lámparas menores de los del mundo profano, cuando la luz de
la verdad languidecía y se anublaba por su negligencia, o cuando su pabilo se ensuciaba con materias
extrañas. Han existido siempre los pocos que cuidaron el altar de la verdad, sobre el cual conservaron
siempre ardiendo la lámpara perpetua de la Sabiduría. Esos hombres dedicaron su vida a esa labor de
amor que el poeta describiera en estas líneas:

“O, let not the flame die out! Cherished age after age in its dark cavern —in its holy temples cherished.

Fed by pure ministers of love— let not the flame die out!”

«¡Oh, no dejes extinguirse la llama! Sustentada por generación tras generación en su oscura
caverna —en sus templos sagrados sustentada. Nutrida por puros sacerdotes de amor— ¡no dejes
extinguirse la llama!»

Estos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de prosélitos.
Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán pocos hay en cada generación, capaces de
recibir la verdad, o de reconocerla si se les presentara. Ellos «reservan la carne para los hombres»,
mientras que los demás «dan leche a los niños», conservan sus perlas de sabiduría para los pocos
elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos
que las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún
los preceptos de Hermes respecto a la transmisión de estas enseñanzas a los que estén preparados para
recibirlas, acerca de lo cual dice El Kybalion: «Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí, los
oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par». Y además:

«Cuando el
oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría». Pero su actitud
habitual ha estado siempre estrictamente de acuerdo con otro aforismo, de El Kybalion también, que
dice que «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.»

Y esos oídos incapaces de comprender son los que han criticado esta actitud de los hermetistas y
los que se han lamentado públicamente de que aquellos no hayan expresado nunca claramente el
verdadero espíritu de sus enseñanzas, sin reservas ni reticencias. Pero una mirada retrospectiva en las
páginas de la historia demostrará la sabiduría de los maestros, quienes conocían la locura que era
intentar enseñar al mundo lo que éste no deseaba ni estaba preparado para recibir. Los hermetistas
nunca han deseado ser mártires, sino que, por el contrario, han permanecido retirados, silenciosos y
sonrientes ante los esfuerzos de algunos que se imaginaban, en su ardiente entusiasmo, que podían
forzar a una raza de bárbaros a admitir verdades que sólo pueden comprender los que han avanzado
mucho en el Sendero.

El espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra. Hay ciertas enseñanzas herméticas que, si
se divulgaran, atraerían sobre sus divulgadores un griterío de odio y el desprecio de las multitudes, las
que volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlo!… ¡Crucificadlo!…

En esta obrita hemos tratado de daros una idea de las enseñanzas fundamentales de El Kybalion,
indicando todo cuanto se refiere a los principios actuales, dejándoos el trabajo de estudiarlos, más bien
que el de tratarlos nosotros mismos en detalle. Si sois verdaderos estudiantes o discípulos,
comprenderéis y podréis aplicar estos principios; si no, debéis desarrollarlos, pues de otra manera las
enseñanzas herméticas no serán para vosotros sino «palabras, palabras, palabras».

LOS TRES INICIADOS

* * *

El Kybalión

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