domingo, 22 de mayo de 2011

EL KYBALION - INTRODUCCIÓN



EL KYBALION

LOS MISTERIOS DE HERMES

TRES INICIADOS

Reproducido por Diego Alejandro Muñoz
diegoamu@yahoo.com
Medellín, Colombia

*

INTRODUCCIÓN

Mucho placer nos causa el poder presentar este trabajo a la atención de los estudiantes e
investigadores de las Doctrinas Secretas, obra que está basada en las antiquísimas enseñanzas
herméticas. Se ha escrito tan poca cosa sobre este asunto, a pesar de las innumerables referencias que
se han hecho de estas enseñanzas en muchos de los trabajos sobre ocultismo, que los investigadores de
las verdades arcanas habrán, sin dudas, presentido la aparición de este libro.

El propósito de éste no es la enunciación de una filosofía o doctrina especial, sino más bien el de
dar al estudiante una exégesis de la verdad, que le sirva para conciliar los muchos tópicos de los
conocimientos ocultos que puede ya haber adquirido, pero que, aparentemente, son contradictorios y
paradójicos, lo que a menudo desanima y disgusta al principiante. Nuestro intento no es el de erigir un
nuevo templo de sabiduría, sino el de colocar en manos del investigador una clave maestra con la cual
pueda abrir las numerosas puertas internas que conducen al Templo del Misterio.

Ningún conocimiento oculto ha sido tan celosamente guardado como los fragmentos de las
enseñanzas herméticas, los que han llegado hasta nosotros a través de las centurias transcurridas desde
los tiempos del Gran Fundador, Hermes Trismegisto, «el elegido de los dioses», quien murió en el
antiguo Egipto, cuando la raza actual estaba en su infancia. Contemporáneo de Abraham, y, si la
leyenda no miente, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del
Ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los conocimientos que han sido impartidos desde
entonces. Todas las bases fundamentales de las enseñanzas esotéricas que en cualquier tiempo han sido
impartidas a la raza son originarias, en esencia, de las formuladas por Hermes. Aun las más antiguas
doctrinas de la India han tenido su fuente en las enseñanzas herméticas.

Desde la tierra del Ganges muchos ocultistas avanzados se dirigieron hacia el Egipto para postrarse
a los pies del Maestro. De él obtuvieron la clave maestra, que, al par que explicaba, reconciliaba sus
diferentes puntos de vista, estableciéndose así firmemente la Doctrina Secreta. De todas partes del
globo vinieron discípulos y neófitos que miraban a Hermes como el Maestro de los Maestros, y su
influencia fue tan grande que, a pesar de las negativas de los centenares de instructores que había en los
diferentes países, se puede fácilmente encontrar en las enseñanzas de estos últimos las bases
fundamentales en las que se asentaban las doctrinas herméticas. El estudiante de religiones comparadas
puede fácilmente percibir la influencia tan grande que las enseñanzas herméticas han ejercido en todas
las religiones, sea cual fuere el nombre con que se les conozca ahora, bien en las religiones muertas o
bien en las actualmente existentes. La analogía salta a la vista, a pesar de los puntos aparentemente
contradictorios, y las enseñanzas herméticas son como un conciliador de ellas.

La obra de Hermes parece haberse dirigido en el sentido de sembrar la gran verdad que se ha
desarrollado y germinado en tantas y tan extrañas formas, más bien que en el de establecer una escuela
de la filosofía que dominara el pensamiento del mundo. Sin embargo, la verdad original enseñada por
él ha sido guardada intacta, en su pureza primitiva, por un reducido número de hombres en cada época,
los cuales, rehusando gran número de aficionados y de estudiantes poco desarrollados, siguieron el
proceder hermético y reservaron su conocimiento para los pocos que estaban prontos para
comprenderlo y dominarlo. De los labios a los oídos fue transmitido este conocimiento entre esos
pocos. Siempre han existido en cada generación y en los diversos países de la tierra algunos iniciados
que conservaron viva la sagrada llama de las enseñanzas herméticas, y que siempre han deseado
emplear sus lámparas para encender las lámparas menores de los del mundo profano, cuando la luz de
la verdad languidecía y se anublaba por su negligencia, o cuando su pabilo se ensuciaba con materias
extrañas. Han existido siempre los pocos que cuidaron el altar de la verdad, sobre el cual conservaron
siempre ardiendo la lámpara perpetua de la Sabiduría. Esos hombres dedicaron su vida a esa labor de
amor que el poeta describiera en estas líneas:

“O, let not the flame die out! Cherished age after age in its dark cavern —in its holy temples cherished.

Fed by pure ministers of love— let not the flame die out!”

«¡Oh, no dejes extinguirse la llama! Sustentada por generación tras generación en su oscura
caverna —en sus templos sagrados sustentada. Nutrida por puros sacerdotes de amor— ¡no dejes
extinguirse la llama!»

Estos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de prosélitos.
Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán pocos hay en cada generación, capaces de
recibir la verdad, o de reconocerla si se les presentara. Ellos «reservan la carne para los hombres»,
mientras que los demás «dan leche a los niños», conservan sus perlas de sabiduría para los pocos
elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos
que las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún
los preceptos de Hermes respecto a la transmisión de estas enseñanzas a los que estén preparados para
recibirlas, acerca de lo cual dice El Kybalion: «Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí, los
oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par». Y además:

«Cuando el
oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría». Pero su actitud
habitual ha estado siempre estrictamente de acuerdo con otro aforismo, de El Kybalion también, que
dice que «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.»

Y esos oídos incapaces de comprender son los que han criticado esta actitud de los hermetistas y
los que se han lamentado públicamente de que aquellos no hayan expresado nunca claramente el
verdadero espíritu de sus enseñanzas, sin reservas ni reticencias. Pero una mirada retrospectiva en las
páginas de la historia demostrará la sabiduría de los maestros, quienes conocían la locura que era
intentar enseñar al mundo lo que éste no deseaba ni estaba preparado para recibir. Los hermetistas
nunca han deseado ser mártires, sino que, por el contrario, han permanecido retirados, silenciosos y
sonrientes ante los esfuerzos de algunos que se imaginaban, en su ardiente entusiasmo, que podían
forzar a una raza de bárbaros a admitir verdades que sólo pueden comprender los que han avanzado
mucho en el Sendero.

El espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra. Hay ciertas enseñanzas herméticas que, si
se divulgaran, atraerían sobre sus divulgadores un griterío de odio y el desprecio de las multitudes, las
que volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlo!… ¡Crucificadlo!…

En esta obrita hemos tratado de daros una idea de las enseñanzas fundamentales de El Kybalion,
indicando todo cuanto se refiere a los principios actuales, dejándoos el trabajo de estudiarlos, más bien
que el de tratarlos nosotros mismos en detalle. Si sois verdaderos estudiantes o discípulos,
comprenderéis y podréis aplicar estos principios; si no, debéis desarrollarlos, pues de otra manera las
enseñanzas herméticas no serán para vosotros sino «palabras, palabras, palabras».

LOS TRES INICIADOS

* * *

El Kybalión

LA FILOSOFÍA HERMÉTICA


CAPÍTULO I

LA FILOSOFÍA HERMÉTICA

«Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.»

El Kybalion.


Desde el antiguo Egipto han venido las enseñanzas fundamentales y secretas que tan fuertemente
han influido en los sistemas filosóficos de todas las razas y de todos los pueblos, durante centurias
enteras. El Egipto, la patria de las pirámides y de la Esfinge, fue la cuna de la Sabiduría Secreta y de las
doctrinas místicas. Todas las naciones han sacado las suyas de sus doctrinas esotéricas, La India,
Persia, Caldea, Medea, China, Japón, Asiria, la antigua Grecia y Roma, y otros no menos importantes
países, se aprovecharon libremente de las doctrinas formuladas por los hierofantes y Maestros de la
tierra de Isis, conocimientos que sólo eran transmitidos a los que estaban preparados para participar de
lo oculto.

Fue también en el antiguo Egipto donde vivieron los tan grandes adeptos y Maestros que nadie
después ha sobrepasado, y que rara vez han sido igualados en las centurias que han transcurrido desde
los tiempos del Gran Hermes. El Egipto fue la residencia de la Gran Logia de las fraternidades
místicas. Por las puertas de su templo entraron todos los neófitos que, convertidos más tarde en
Adeptos, Hierofantes y Maestros, se repartieron por todas partes, llevando consigo el precioso
conocimiento que poseían y deseando hacer partícipe de él a todo aquel que estuviera preparado para
recibirlo. Ningún estudiante de ocultismo puede dejar de reconocer la gran deuda que tiene contraída
con aquellos venerables Maestros de Egipto.

Pero entre esos grandes maestros existió uno al que los demás proclamaron «el Maestro de los
Maestros». Este hombre, si es que puede llamarse «hombre» a un ser semejante, vivió en Egipto en la
más remota antigüedad y fue reconocido bajo el nombre de Hermes Trismegisto.

Fue el padre de la sabiduría, el fundador de la astrología, el descubridor de la alquimia. Los detalles
de su vida se han perdido para la historia, debido al inmenso espacio de tiempo transcurrido desde
entonces. La fecha de su nacimiento en Egipto, en su última encarnación en este planeta, no se conoce
ahora, pero se ha dicho que fue contemporáneo de las más antiguas dinastías de Egipto, mucho antes de
Moisés. Las autoridades en la materia lo creen contemporáneo de Abraham, y en alguna de las
tradiciones judías se llega a afirmar que Abraham obtuvo muchos de los conocimientos que poseía del
mismo Hermes.

Después de haber transcurrido muchos años desde su muerte (la tradición afirma que vivió
trescientos años), los egipcios lo deificaron e hicieron de él uno de sus dioses, bajo el nombre de Thoth.
Años después los griegos hicieron también de él otro de sus dioses y lo llamaron «Hermes, el dios de la
sabiduría». Tanto los griegos como los egipcios reverenciaron su memoria durante centurias enteras,
denominándole el «inspirado de los dioses», y añadiéndole su antiguo nombre «Trismegisto», que
significa «tres veces grande». Todos estos antiguos países lo adoraron, y su nombre era sinónimo de
«fuente de sabiduría».

Aun en nuestros días usamos el término «hermético» en el sentido de «secreto», «reservado», etc.,
y esto es debido a que los hermetistas habían siempre observado rigurosamente el secreto de sus
enseñanzas. Si bien entonces no se conocía aquello de «no echar perlas a los cerdos», ellos siguieron su
norma de conducta especial que les indicaba «dar leche a los niños y carne a los hombres», cuyas
máximas son familiares a todos los lectores de las escrituras bíblicas, máximas que, por otra parte,
habían sido ya usadas muchos siglos antes de la Era Cristiana.

Y esta política de diseminar cuidadosamente la verdad ha caracterizado siempre a los hermetistas,
aun en nuestros días. Las enseñanzas herméticas se encuentran en todos los países y en todas las
religiones, pero nunca identificada con un país en particular ni con secta religiosa alguna. Esto es
debido a la prédica que los antiguos instructores hicieron para evitar que la Doctrina Secreta se
cristalizara en un credo. La sabiduría de esta medida salta a la vista de todos los estudiantes de historia.

El antiguo ocultismo de la India y la Persia degeneró y se perdieron sus conocimientos, debido a que
los instructores se habían convertido en sacerdotes y mezclaron la teología con la filosofía, siendo su
inmediata consecuencia que perdieron toda su sabiduría, la que acabó por transformarse en una
cantidad inmensa de supersticiones religiosas, cultos, credos y dioses. Lo mismo pasó con las
enseñanzas herméticas de los gnósticos cristianos, enseñanzas que se perdieron por el tiempo de
Constantino, quien mancilló la filosofía mezclándola con la teología, y la iglesia cristiana perdió
entonces su verdadera esencia y espíritu, viéndose obligada a andar a ciegas durante varios siglos, sin
que hasta ahora haya encontrado su camino, observándose actualmente que la iglesia cristiana está
luchando nuevamente por aproximarse a sus antiguas enseñanzas místicas.

Pero siempre han existido unas cuantas almas que han conservado viva la llama, alimentándola
cuidadosamente y no permitiendo que se extinguiera su luz. Y gracias a esos firmes corazones y a esas
mentes de extraordinario desarrollo tenemos aún la verdad con nosotros. Mas no se encuentra en los
libros. Ella ha sido transmitida del Maestro al discípulo, del iniciado al neófito, de los labios a los
oídos. Si alguna vez se ha escrito algo sobre ella, su significado ha sido cuidadosamente velado con
términos de astrología y alquimia, de tal manera que sólo los que poseían la clave podían leerlo
correctamente. Esto se hizo necesario a fin de evitar las persecuciones de los teólogos de la Edad
Media, quienes luchaban contra la Doctrina Secreta a sangre y fuego. Aun en nuestros días nos es dable
encontrar algunos libros valiosos de filosofía Hermética, pero la mayor parte se ha perdido. Sin
embargo, la Filosofía Hermética es la única clave maestra que puede abrir las puertas a todas las
enseñanzas ocultas.

En los primeros tiempos existió una compilación de ciertas doctrinas herméticas que eran las bases
fundamentales de toda la Doctrina Secreta, y que habían sido, hasta entonces, transmitidas del
instructor al estudiante, compilación que fue conocida bajo el nombre de El Kybalion, cuyo exacto
significado se perdió durante centenares de años. Sin embargo, algunos que han recibido sus máximas
de los labios a los oídos las comprenden y las conocen. Sus preceptos no habían sido escritos nunca
hasta ahora. Son, simplemente, una serie de máximas y axiomas que luego eran explicados y ampliados
por los Iniciados. Estas enseñanzas constituyen realmente los principios básicos de la «alquimia
hermética», la que, contrariamente a lo que se cree, está basada en el dominio de las fuerzas mentales,
más bien que en el de los elementos materiales; en la transmutación de una clase de vibraciones
mentales en otras, más bien que en el cambio de una clase de metal en otro. La leyenda acerca de la
piedra filosofal, que convertía todos los metales en oro, era una alegoría relativa a la Filosofía
Hermética, alegoría que era perfectamente comprendida por todos los discípulos del verdadero
hermetismo.

En esta obrita invitamos a nuestros estudiantes a examinar las enseñanzas herméticas, tal como
fueron expuestas en El Kybalion, explicadas y ampliadas por nosotros, humildes estudiantes de las
mismas, que si bien llevamos el título de iniciados somos, sin embargo, simples discípulos a los pies de
Hermes, el Maestro. Transcribimos aquí muchas de las máximas y preceptos de El Kybalion,
acompañadas por explicaciones y comentarios que creemos ayudarán a hacer más fácilmente
comprensible esas enseñanzas por los hombres modernos, especialmente teniendo en cuenta que el
texto original ha sido velado a propósito con términos obscuros y desconcertantes.

Las máximas originales, axiomas y preceptos de El Kybalion están impresos con otro tipo de letra.

Esperamos que los lectores de esta obra sacarán tanto provecho del estudio de sus páginas como lo han
sacado otros que han pasado antes por el mismo sendero que conduce a la maestría desde los tiempos
de Hermes Trismegisto, el Maestro de los Maestros, el Tres veces Grande, hasta ahora.

Dice El Kybalion:

«Donde quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está pronto para recibir sus
enseñanzas se abren de par en par.»

«Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría.»

De manera que, de acuerdo con lo indicado, este libro sólo atraerá la atención de los que están
preparados para recibirlo. Y recíprocamente, cuando el estudiante esté preparado para recibir la verdad,
entonces este libro llegará a él. El principio hermético de causa y efecto, en su aspecto de «ley de
atracción», llevará los oídos junto a los labios y el libro junto al discípulo.

* * *

El Kybalión

LOS SIETE PRINCIPIOS HERMÉTICOS


CAPÍTULO II

LOS SIETE PRINCIPIOS HERMÉTICOS

«Los principios de la verdad son siete: el que comprende esto perfectamente, posee la clave mágica ante
la cual todas las puertas del Templo se abrirán de par en par.»

El Kybalion.

Los siete principios sobre los que se basa toda la Filosofía Hermética son los siguientes:

1. EL PRINCIPIO DE MENTALISMO.

2. EL PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIA.

3. EL PRINCIPIO DE VIBRACIÓN.

4. EL PRINCIPIO DE POLARIDAD.

5. EL PRINCIPIO DE RITMO.

6. EL PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO.

7. EL PRINCIPIO DE GENERACIÓN.



1. El principio de mentalismo

«El TODO es Mente; el universo es mental.»

El Kybalion.


Este principio encierra la verdad de que «todo es mente». Explica que el TODO, que es la realidad
sustancial que se oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias que conocemos bajo los
nombres de «universo material», «fenómenos de la vida», «materia», «energía», etc., y en una palabra,
todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales, es espíritu, quien en sí mismo es incognoscible e
indefinible, pero que puede ser considerado como una mente infinita, universal y viviente.

Explica
también que todo el mundo fenomenal o universo es una creación mental del TODO en cuya mente
vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Este principio, al establecer la naturaleza mental del
universo, explica fácilmente los varios fenómenos mentales y psíquicos que tanto han preocupado la
atención del público, y que sin tal explicación no son comprensibles y desafían toda hipótesis
científica. La comprensión de este principio hermético de mentalismo habilita al individuo a realizar y
conocer la ley que rige el universo mental, aplicándola a su bienestar y desarrollo. El estudiante de la
Filosofía Hermética puede emplear conscientemente las grandes leyes mentales, en vez de usarlas por
casualidad o ser usado por ellas. Con la clave maestra en su poder, el discípulo puede abrir las puertas
del templo del conocimiento mental y psíquico y entrar en el mismo, libre e inteligentemente.

Este
principio explica la verdadera naturaleza de la energía, de la fuerza y de la materia, y el cómo y el
porqué todas estas están subordinadas al dominio de la mente. Uno de los antiguos Maestros escribió
largo tiempo ha: «El que comprenda la verdad de que el universo es mental, está muy avanzado en el
sendero de la maestría». Y estas palabras son tan verdad hoy en día como lo eran cuando fueron
escritas. Sin esta clave maestra la maestría es imposible, y el estudiante que no la posea, en vano
llamará a la puerta del Templo.

2. El principio de correspondencia

«Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»

El Kybalion.

Este principio encierra la verdad de que hay siempre una cierta correspondencia entre las leyes y
los fenómenos de los varios estados del ser y de la vida, y el antiquísimo axioma hermético se refiere
precisamente a esto, y afirma: «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba», y la comprensión
de este principio da una clave para resolver muchos de los más obscuros problemas y paradojas de los
misteriosos secretos de la Naturaleza. Hay muchos planos que no conocemos, pero cuando aplicamos
esa ley de correspondencia a ellos, mucho de lo que de otra manera nos sería incomprensible se hace
claro a nuestra conciencia. Este principio es de aplicación universal en los diversos planos, mental,
material o espiritual del Kosmos: es una ley universal. Los antiguos hermetistas consideraban este
principio como uno de los más importantes auxiliares de la mente, por cuyo intermedio se puede
descorrer el velo que oculta lo desconocido a nuestra vida. Su aplicación puede desgarrar un tanto el
Velo de Isis, de tal manera que nos permita ver, aunque más no sea, algunos de los rasgos de la diosa.
De igual manera que el comprender los principios de la geometría habilita al hombre para medir el
diámetro, órbita y movimiento de las más lejanas estrellas, mientras permanece sentado en su
observatorio, así también el conocimiento del principio de correspondencia habilita al hombre a razonar
inteligentemente de lo conocido o lo desconocido; estudiando la mónada se llega a comprender al
arcángel.

3. El principio de vibración

«Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.»
El Kybalion.

Este principio encierra la verdad de que todo está en movimiento, de que nada permanece inmóvil,
cosas ambas que confirma por su parte la ciencia moderna, y cada nuevo descubrimiento lo verifica y
comprueba. Y, a pesar de todo, este principio hermético fue enunciado cientos de años ha por los
Maestros del antiguo Egipto. Este principio explica las diferencias entre las diversas manifestaciones de
la materia, de la fuerza, de la mente y aun del mismo espíritu, las que no son sino el resultado de los
varios estados vibratorios. Desde el TODO, que es puro espíritu, hasta la más grosera forma de materia,
todo está en vibración: cuanto más alta es esta, tanto más elevada es su posición en la escala. La
vibración del espíritu es de una intensidad infinita; tanto, que prácticamente puede considerarse como
si estuviera en reposo, de igual manera que una rueda que gira rapidísimamente parece que está sin
movimiento. Y en el otro extremo de la escala hay formas de materia densísima, cuya vibración es tan
débil que parece también estar en reposo. Entre ambos polos hay millones de millones de grados de
intensidad vibratoria. Desde el corpúsculo y el electrón, desde el átomo y la molécula hasta el astro y
los Universos, todo está en vibración. Y esto es igualmente cierto en lo que respecta a los estados o
planos de la energía o fuerza (la que no es más que un determinado estado vibratorio), y a los planos
mentales y espirituales. Una perfecta comprensión de este principio habilita al estudiante hermético a
controlar sus propias vibraciones mentales, así como las de los demás. Los Maestros también emplean
este principio para conquistar los fenómenos naturales. «El que comprenda el principio vibratorio ha
alcanzado el cetro del poder», ha dicho uno de los más antiguos escritores.

4. El principio de polaridad

«Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo
mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las
verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.»

El Kybalion.

Este principio encierra la verdad de que todo es dual; todo tiene dos polos; todo su par de opuestos,
afirmaciones que son de otros tantos axiomas herméticos. Explica y dilucida las antiguas paradojas que
han dejado perplejos a tantísimos investigadores, y que literalmente decían: «La tesis y la antítesis son
idénticas en naturaleza, difiriendo sólo en grado»; «los opuestos son idénticos en realidad,
diferenciándose en su gradación»; «los pares de opuestos pueden conciliarse, los extremos se tocan»;
«todo es y no es al mismo tiempo», «toda verdad no es sino media verdad»; «toda verdad es medio
falsa», etc. Este principio explica que en cada cosa hay dos polos, dos aspectos, y que los «opuestos»
no son, en realidad, sino los dos extremos de la misma cosa, consistiendo la diferencia, simplemente,
en diversos grados entre ambos. El calor y el frío, aunque opuestos, son realmente la misma cosa,
consistiendo la diferencia, simplemente, en diversos grados de aquella. Mirad un termómetro y tratad
de averiguar donde empieza el calor y donde termina el frío. No hay nada que sea calor absoluto en
realidad, indicando simplemente ambos términos, frío y calor, diversos grados de la misma cosa, y que
ésta se manifiesta en esos opuestos no es más que los polos de eso que se llama Calor, o sea la
manifestación del principio de polaridad que nos ocupa. El mismo principio se manifiesta en la «luz» y
la «oscuridad», las que, en resumen, no son sino la misma cosa, siendo ocasionada la diferencia por la
diversidad de grado entre los dos polos del fenómeno. ¿Dónde termina la oscuridad y dónde empieza la
luz? ¿Cuál es la diferencia entre grande y pequeño? ¿Cuál entre duro y blando? ¿Cuál entre blanco y
negro? ¿Cuál entre alto y bajo? ¿Cuál entre positivo y negativo? El principio de polaridad explica esta
paradoja. El mismo principio opera de idéntica manera en el plano mental. Tomemos, por ejemplo, el
amor y el odio, dos estados mentales completamente distintos aparentemente, y notaremos que hay
muchos grados entre ambos; tantos, que las palabras que nosotros usamos para designarlos,
«agradable» y «desagradable», se esfuman una en la otra, hasta tal punto que muchas veces somos
incapaces de afirmar si una cosa nos causa placer o disgusto. Todas no son más que gradaciones de una
misma cosa, como lo comprenderéis claramente por poco que meditéis sobre ello. Y aun más que esto,
es posible cambiar o transmutar las vibraciones de odio por vibraciones de amor, en la propia mente y
en la mente de los demás, lo que es considerado como lo más importante por los hermetistas.

Muchos
de los que leéis estas páginas habréis tenido experiencias en vosotros mismos y en los demás de la
rápida e involuntaria transición del amor en odio y recíprocamente. Y ahora comprenderéis la
posibilidad de efectuar esto por medio del poder de la voluntad, de acuerdo con las fórmulas
herméticas. El «Bien» y el «Mal» no son sino los polos de una misma y sola cosa, y el hermetista
comprende y conoce perfectamente el arte de transmutar el mal en el bien aplicando inteligentemente el
principio de polaridad. En una palabra, el «arte de polarizar» se convierte en una fase de la alquimia
mental, conocida y practicada por los antiguos y modernos Maestros herméticos. La perfecta
comprensión de este principio capacita para cambiar la propia polaridad, así como la de los demás, si
uno se toma el tiempo y estudia lo necesario para dominar este arte.

5. El principio de ritmo

«Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se
mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento
hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.»

El Kybalion.

Este principio encierra la verdad de que todo se manifiesta en un determinado movimiento de ida y
vuelta; un flujo y reflujo, una oscilación de péndulo entre los dos polos que existen de acuerdo con el
principio de polaridad, descrito un momento ha. Hay siempre una acción y una reacción, un avance y
un retroceso, una ascensión y un descenso. Y esta ley rige para todo; soles, mundos, animales, mente,
energía, materia. Esta ley lo mismo se manifiesta en la creación como en la destrucción de los mundos,
en el progreso como en la decadencia de las naciones, en la vida, en las cosas todas, y, finalmente, en
los estados mentales del hombre, y es con frecuencia a esto último que creen los hermetistas que este
principio es el más importante. Los hermetistas han descubierto este principio, encontrándolo de
aplicación universal, y han asimismo descubierto ciertos métodos para escapar a sus efectos, mediante
el empleo de las fórmulas y métodos apropiados. Emplean para ello la ley mental de neutralización. No
pueden anular el principio o impedir que opere, pero han aprendido a eludir sus efectos hasta un cierto
grado, grado que depende del dominio que se tenga de dicho principio. Saben como usarlo, en vez de
ser usados por él. En este y en otros parecidos métodos consiste la ciencia hermética. El Maestro se
polariza a sí mismo en el punto donde desea quedarse, y entonces neutraliza la oscilación rítmica
pendular que tendería a arrastrarlo hacia el otro polo. Todos los que han adquirido cierto grado de
dominio sobre sí mismos ejecutan esto hasta cierto punto, consciente o inconscientemente, pero el
Maestro lo efectúa conscientemente, y por el solo poder de su voluntad alcanza un grado tal de
estabilidad y firmeza mental casi imposible de concebir por esa inmensa muchedumbre que va y viene
en un continuado movimiento ondulatorio, impulsada por ese principio de ritmo. Este, así como el de la
polaridad, ha sido cuidadosamente estudiado por los hermetistas, y los métodos de contrabalancearlos,
neutralizarlos y emplearlos, forman una de las partes más importantes de la alquimia mental hermética.

6. El principio de causa y efecto

«Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es
más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a
la Ley.»

El Kybalion.

Este principio encierra la verdad de que todo efecto tiene su causa, y toda causa su efecto. Afirma
que nada ocurre casualmente y que todo ocurre conforme a la Ley.

La suerte es una palabra vana, y si bien existen muchos planos de causas y efectos, dominando los
superiores a los inferiores, aun así ninguno escapa totalmente a la Ley. Los hermetistas conocen los
medios y los métodos por los cuales se pude ascender más allá del plano ordinario de causas y efectos,
hasta cierto grado, y alcanzando mentalmente el plano superior se convierten en causas en vez de
efectos. Las muchedumbres se dejan llevar, arrastradas por el medio ambiente que las envuelve o por
los deseos y voluntades de los demás, si éstos son superiores a las de ellas. La herencia, las sugestiones
y otras múltiples causas externas las empujan como autómatas en el gran escenario de la vida. Pero los
Maestros, habiendo alcanzado el plano superior, dominan sus modalidades, sus caracteres, sus
cualidades y poderes, así como el medio ambiente que los rodea, convirtiéndose de esta manera en
dirigentes, en vez de ser los dirigidos.

Ayudan a las masas y a los individuos a divertirse en el juego de la vida, en vez de ser ellos los
jugadores o los autómatas movidos por ajenas voluntades. Utilizan el principio, en vez de ser sus
instrumentos. Los Maestros obedecen a la causalidad de los planos superiores en que se encuentran,
pero prestan su colaboración para regular y regir en su propio plano. En lo dicho está condensado un
valiosísimo conocimiento hermético: que el que sea capaz de leer entre líneas lo descubra, es nuestro
deseo.

7. El principio de generación

«La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se
manifiesta en todos los planos.»

El Kybalion.

Este principio encierra la verdad de que la generación se manifiesta en todo, estando siempre en
acción los principios masculino y femenino. Esto es verdad, no solamente en el plano físico, sino
también en el mental y en el espiritual. En el mundo físico este principio se manifiesta como «sexo», y
en los planos superiores toma formas más elevadas, pero el principio subsiste siempre el mismo.
Ninguna creación física, mental o espiritual, es posible sin este principio. La comprensión del mismo
ilumina muchos de los problemas que tanto han confundido la mente de los hombres. Este principio
creador obra siempre en el sentido de «generar», «regenerar» y «crear». Cada ser contiene en sí mismo
los dos elementos de este principio. Si deseáis conocer la filosofía de la creación, generación y
regeneración mental y espiritual, debéis estudiar este principio hermético, pues él contiene la solución
de muchos de los misterios de la vida. Os advertimos que este principio nada tiene que ver con las
perniciosas y degradantes teorías, enseñanzas y prácticas, que se anuncian con llamativos títulos, las
que no son más que una prostitución del gran principio natural de generación. Tales teorías y prácticas
no son más que la resurrección de las antiguas doctrinas fálicas, que sólo pueden producir la ruina de la
mente, del alma y del cuerpo, y la Filosofía Hermética siempre ha alcanzado su verbo de protesta
contra esas licencias y perversiones de los principios naturales. Si lo que deseáis son tales enseñanzas,
debéis irlas a buscar a otra parte: el hermetismo nada contiene sobre ellas. Para el puro todas las cosas
son puras; para el ruin todas son ruines.

* * *

El Kybalión

TRANSMUTACIÓN MENTAL



CAPÍTULO III

TRANSMUTACIÓN MENTAL

«La mente así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado,
de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La verdadera
transmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental.»

El Kybalion.

Como indicamos anteriormente, los hermetistas fueron los verdaderos creadores de la alquimia, de
la astrología y la sicología, habiendo sido Hermes el fundador de esas escuelas de pensamiento.

De la
astrología ha derivado la astronomía moderna; de la alquimia ha surgido la química y de la sicología
mística la sicología moderna. Mas no debe suponerse que los antiguos fueron unos ignorantes respecto
a lo que las escuelas modernas creen de su exclusiva propiedad. Las inscripciones grabadas en las
piedras y monumentos de Egipto prueban concluyentemente que los antiguos poseían el más perfecto
conocimiento acerca de la astronomía, mostrando la construcción de las mismas pirámides una relación
estrechísima entre sus designios y su conocimiento de la ciencia astronómica. Tampoco debe suponerse
que ignoran la química, pues los fragmentos de antiguas escrituras descubiertas muestran que estaban
muy familiarizados con las propiedades químicas de los cuerpos. En una palabra, sus teorías respecto a
la física han sido posteriormente verificadas y confirmadas por los últimos descubrimientos de la
ciencia moderna, sobre todo en lo que se refiere a la constitución de la materia. Lejos de ignorar los
llamados modernos descubrimientos psicológicos, los egipcios estaban muy al corriente de todo ello,
especialmente en ciertas ramas que ignoran completamente las escuelas modernas, y sobre todo en
«ciencia psíquica», la que tanto está confundiendo a los psicólogos de hoy en día, y haciéndoles
confesar al fin que, «después de todo, bien puede haber algo de cierto en ello».

Lo cierto es que, además de la química, astronomía y sicología (esto es, la sicología en su aspecto
de función cerebral), los antiguos poseían un conocimiento trascendental de la astronomía que se llamó
alquimia y de la sicología trascendental titulada sicología mística. Y no solamente poseían este
conocimiento interno, sino también el externo, siendo este último el único que conocen los hombres de
ciencia modernos. Entre los muchos aspectos y tópicos de conocimientos secretos de los hermetistas se
encuentra lo que se conoce como «transmutación mental», de la que vamos a tratar en este capítulo.

«Transmutación» es el término generalmente empleado para designar el antiguo arte de transmutar
los metales, especialmente los de poco valor, en oro. La palabra «transmutar» significa «cambiar de
naturaleza, de sustancia y de forma, convirtiéndose en otra; transformarse en otra cosa» (Webster). Y
de acuerdo con esa definición, «transmutación menta» significa el arte de transformar o cambiar los
estados, cualidades, formas, condiciones mentales etc., en otros. Así que podéis ver que la
transmutación mental no es otra cosa que una especie de química mental; y si preferís el término, una
forma especial práctica de sicología mística.

Mas esto tiene un significado muchísimo mayor de lo que parece a simple vista. La transmutación
alquímica en el plano mental es tan importante en sus efectos que de ser conocida sería uno de los
estudios más importantes para el hombre. Y esto no es más que el principio. Veamos por qué.
El primero de los siete principios herméticos es el de mentalismo, que afirma que «el TODO es
mente, que el universo es mental», lo que significa que la única realidad que se oculta tras todo cuanto
existe es mente; y el universo en sí mismo es una creación mental, esto es, existe en la mente del
TODO. Consideraremos este principio en las sucesivas lecciones, pues ahora vamos a estudiar sus
efectos, suponiendo que dicho principio fuera cierto.

Si el universo es de naturaleza mental, entonces la transmutación mental debe ser el arte de cambiar
o transformar las condiciones del universo, trátese de la materia, de la energía o de la mente. Así que
esa transmutación, no es otra cosa que la magia, de la que tanto han hablado los escritores antiguos en
sus obras místicas, pero acerca de la cual daban tan pocas instrucciones prácticas. Si todo es mental,
entonces la posesión del medio que permita transmutar las condiciones mentales debe hacer del
Maestro el dirigente y controlador de las condiciones materiales, así como de las operaciones llamadas
mentales.

Es muy cierto que nadie, excepto los alquimistas mentales más avanzados, han alcanzado el grado
de poder necesario para dominar las condiciones físicas más densas, tales como los elementos de la
naturaleza, la producción y cesación de las tempestades, la producción y cesación de terremotos u otros
fenómenos físicos de cualquier clase, pero que tales hombres existieron y que existen es una cosa que
no duda ningún ocultista, sea de la escuela que sea. Los mejores instructores aseguran a sus estudiantes
que los Maestros existen, habiendo aquellos tenido algunas experiencias personales que justificaban su
creencia. Estos Maestros no hacen exhibición pública de sus poderes, sino que, por el contrario,
permanecen solitarios para poder así actuar y trabajar mejor en el sendero de la realización.
Mencionamos aquí su existencia, meramente para llamar vuestra atención acerca de que sus poderes
son enteramente mentales y que operan en el sentido de la más elevada transmutación mental, según el
principio del mentalismo de El Kybalion, que dice: «El universo es una creación mental».

Mas los estudiantes y hermetistas de los grados inferiores al de Maestro —los iniciados e
instructores— pueden también actuar y obrar libremente en el plano mental.
Todo cuanto llamamos «fenómenos psíquicos», «influencia mental», «mentalismo» etc., son
transmutación mental, pues existe un principio único, y nada importa el nombre que se dé a los
fenómenos que se produzcan.

El que practica la transmutación mental trabaja en ese plano, transformando condiciones y estados
mentales en otros, de acuerdo con fórmulas más o menos eficaces. Los varios «tratamientos»,
«afirmaciones», «autosugestiones», etc., de las escuelas mentalistas no son más que esas mismas
fórmulas (muy a menudo imperfectas y empíricas), del arte hermético. La mayoría de los que las
practican son unos ignorantes comparados con los antiguos Maestros, porque no poseen el
conocimiento fundamental sobre la cual está basada esa operación.

No solamente los estados mentales de uno mismo pueden ser transmutados según los métodos
herméticos, sino que también puede hacerse esto con la mentalidad de los demás y, efectivamente,
todos sufrimos transformaciones mentales de cualquier índole, inconscientemente, por lo general, pero
a veces conscientemente, cuando comprendemos algo acerca de las leyes y principios que los rigen, y
sobre todo cuando los demás ignoran los medios de protegerse a si mismos. Muchos estudiantes de
mentalismo saben que las condiciones materiales dependen de las mentes de los demás, y pueden ser
transmutadas y cambiadas de acuerdo con los deseos de la persona que quiere modificar sus
condiciones de vida. Se ha hecho esto tan público hoy en día, que no creemos necesario mencionarlo en
detalle, siendo nuestro propósito únicamente el de mostrar la acción de este principio hermético que se
oculta tras todas esas varias formas de operar, buenas o malas, porque la fuerza puede ser empleada en
ambas direcciones, de acuerdo con el principio hermético de polaridad.

En esta obrita indicaremos los principios básicos en los que se funda la transmutación mental, de
tal manera que todos los que la estudien puedan comprender las leyes a que obedecen, y poseyendo así
la clave maestra, sean capaces de abrir las muchas puertas del principio de polaridad.

Ahora procederemos a considerar el primero de los siete principios herméticos, el del mentalismo,
el que se explica y desarrolla el axioma de que el TODO es mental, de que el universo es una creación
mental, según las palabras de El Kybalion.

Este principio debe estudiarse cuidadosamente, porque él es, en realidad, la base de toda la
Filosofía Hermética y del arte hermético de transmutación mental.

* * *

El Kybalión

EL TODO


CAPÍTULO IV

EL TODO

«Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la
realidad Substancial, la Verdad Fundamental.»

El Kybalion.


«Sustancia» significa lo que yace oculto bajo toda manifestación externa, la realidad esencial, la
cosa en sí misma. «Substancial» significa actualmente existente, el elemento esencial, el ser real.
«Realidad» significa el estado del ser verdadero, real, eterno, permanente, fijo.

Más allá de toda apariencia externa o manifestación debe haber siempre una realidad substancial.

Esta es la ley. El hombre al considerar y examinar el universo, del cual es una unidad, no ve otra cosa
que un cambio continuo en la materia, en las fuerzas en los estados mentales. Ve que nada es
realmente, que todo se transforma y cambia. Nada permanece: todo nace, crece, muere; tan pronto
como una cosa ha adquirido su máximo desarrollo empieza a declinar; la ley del ritmo está en constante
operación; no hay realidades, nada firme, nada duradero, fijo o substancial, nada permanente, todo es
cambio. Todas las cosas surgen y evolucionan de otras cosas. Hay una acción continua que es seguida
siempre de su reacción correspondiente; todo fluye y refluye, todo se construye y derrumba, todo es
creación y destrucción, vida y muerte. Y si el hombre que tal examen hace y tales cosas ve fuera un
pensador, comprendería que todas esas cosas en perpetuo cambio no pueden ser sino simples
apariencias externas o manifestaciones de algún poder que se oculta tras ellas, de alguna realidad
substancial encerrada en las mismas.

Todos los pensadores, de cualquier país o época, se han visto obligados a afirmar la existencia de
esta realidad substancial. Todas las filosofías, cualquiera que haya sido su nombre, se han basado en
esta idea. Los hombres han dado a esta realidad substancial muchos nombres: algunos la han
denominado «Dios», otros «Divinidad Infinita» y «Eterna Energía», «Materia», etc., pero todos han
reconocido su existencia. Es evidente por sí misma. No necesita argumentos.

En estas lecciones hemos seguido el ejemplo de algunos de los más grandes pensadores del mundo,
antiguos y modernos —los Maestros herméticos— y hemos denominado a ese poder que se oculta tras
todas las manifestaciones, a esa realidad substancial, por su nombre hermético del TODO, cuyo
término nos parece es el más amplio de los que puede emplear el hombre.

Aceptamos y enseñamos las teorías de los grandes pensadores herméticos, como también las de
esas almas iluminadas que han ascendido a planos superiores de existencia. Unos y otros afirman que la
naturaleza íntima del TODO es incognoscible. Y esto debe ser así efectivamente, pues nadie, excepto el
TODO mismo, puede comprender su propia naturaleza y su propio ser. Los hermetistas creen y
enseñan que el TODO en sí mismo es y debe ser incognoscible. Consideran las teorías y especulaciones
de los teólogos y metafísicos respecto a la naturaleza íntima del TODO como esfuerzos infantiles de
mentes mortales para sorprender el secreto del Infinito. Todos esos esfuerzos han fracasado siempre, y
seguirán fracasando, debido a la naturaleza misma de la tarea. El que especula sobre ello se encuentra
perdido en un laberinto de pensamientos sin salida, y si persiste en su intento acaba por perder toda
capacidad para razonar sanamente, hasta llegar a serle imposible la vida. Se encontraría en una
situación parecida a la de la ardilla, que en la jaula se pone a girar en su rueda, sin moverse del mismo
sitio, continuando tan prisionera como antes de haber comenzado.

Y aun muchos más presuntuosos son esos que tratan de atribuir al TODO la personalidad,
cualidades, propiedades, características y atributos de ellos mismos, como si el TODO tuviera las
emociones, sentimientos y características de los humanos. Y llega hasta atribuirle malas cualidades,
como los celos, la susceptibilidad a la alabanza y a la oración, el deseo de que se le ofrende y se le
adore y todas esas otras cosas que nos han legado como herencia de los primeros días de la infancia de
la humanidad. Tales ideas no le sirven para nada al hombre desarrollado y acaba por dejarlas a un lado.

Creemos debe indicar que hacemos una distinción entre la filosofía y la metafísica. Religión
significa para nosotros la realización intuitiva de la existencia del TODO y de la relación entre uno
mismo y ÉL, mientras que la teología significa para nosotros el esfuerzo o los esfuerzos que hace el
hombre para atribuirle las propias cualidades, personalidad, características, etc., así como sus teorías
proyectos, deseos y designios, asumiendo el papel del intermediario entre el TODO y el pueblo.

La
filosofía significa para nosotros la especulación que tiende a comprender las cosas cognoscibles y
pensables (permítasenos la palabra), en tanto que la metafísica indica la tentativa de inquirir entre las
nebulosidades de las regiones de lo incognoscible y de lo impensable, la que, al fin y al cabo, tiene la
misma tendencia que la teología. Consecuentemente, la religión y la filosofía significan para nosotros
cosas que tienen realidad por sí mismas, en tanto que la teología y la metafísica son algo así como
senderos tortuosos y laberínticos, por los que circula la ignorancia, y forman la base más insegura e
inestable sobre la que puede apoyarse la mente o el alma del hombre. No insistiremos para que aceptéis
estas definiciones; las mencionamos con el único objeto de deslindar nuestra posición. De todas
maneras, muy poco hablaremos en estas lecciones de teología y metafísica.

Si bien es cierto que la naturaleza esencial del TODO es incognoscible, hay, sin embargo, ciertas
verdades relacionadas con su existencia, que la mente humana se ve obligada a aceptar. El examen de
éstas constituye un asunto apropiado para la investigación, particularmente por lo que se refiere a lo
que el iluminado nos transmite de sus impresiones en los más elevados planos de existencia. Y a esta
investigación os invitamos ahora.

«Lo que constituye la Verdad fundamental, la Realidad substancial, está más allá de toda denominación,
pero el sabio lo llama el TODO.»

El Kybalion.

«En su esencia, el TODO es incognoscible.»

El Kybalion.

«Mas el dictamen de la razón debe ser recibido hospitalariamente, y tratado con respeto.»
El Kybalion.

La razón humana, cuyo dictamen debemos aceptar tanto como lo juzguemos conveniente, nos dice
respeto al TODO, sin pretender desgarrar el velo de lo incognoscible:

1. EL TODO debe ser todo lo que realmente es. Nada puede existir fuera del TODO, o, de lo
contrario, el TODO no sería tal.

2. EL TODO debe ser infinito, porque nada puede existir que defina, limite o ponga restricciones al
TODO. Debe ser infinito en tiempo, o Eterno, debe haber existido siempre, continuamente, pues nada
puede haberlo creado jamás, y algo no puede nunca surgir de nada, y si alguna vez no hubiera sido,
aunque sólo fuera un instante, no podría ser. Debe existir por siempre, porque nada hay que pueda
destruirlo, y jamás puede dejar de ser ni aun por un solo momento, porque algo nunca puede
convertirse en nada. Debe ser infinito en el Espacio, debe encontrarse en todas partes, porque nada
existe, ni hay sitio alguno que esté más allá del TODO. No puede ser de otra manera, sino continuo y
omnipresente en el espacio, sin cesación, separación o interrupción, porque no hay nada en ÉL que
pueda interrumpirse, separarse o cesar en su absoluta continuidad, y nada existe tampoco que pueda
«llenar las grietas». Debe ser infinito en Poder, o Absoluto, porque nada hay que pueda limitarlo,
restringirlo, confinarlo u obstaculizarlo. No está sujeto a ningún poder, porque no hay otro que el Suyo.

3. EL TODO debe ser inmutable, esto es, no sujeto a cambio en su naturaleza real, porque nada
existe que pueda obligarlo a cambiar, ni nada de lo que pueda haberse transformado. No puede ser
aumentado ni disminuido, ni ser mayor o menor, bajo ningún aspecto. Debe haber «sido» siempre, y
debe seguir «siendo» siempre también, idéntico a lo que es ahora: el TODO. Nunca ha habido, ni hay,
ni habrá algo en lo que pueda transformarse o cambiar.

Siendo el TODO Infinito, Absoluto, Eterno, Inmutable, debe deducirse que todo lo que es finito,
mudable, transformable y condicionado, no puede ser el TODO. Y como nada existe fuera de Él en
realidad, todo lo que sea finito debe ser nada realmente. No os vayáis a sorprender o asustar, porque no
tratamos de embarcaros en Ciencia Cristiana, cubriendo estas enseñanzas bajo el título de Filosofía
Hermética. Hay una reconciliación entre estos aparentemente contradictorios asuntos. Tened paciencia,
que a todo llegaremos a su debido tiempo.

Vemos en torno a nosotros eso que se llama «materia», la que constituye las bases físicas de todas
las formas. ¿Es el TODO materia simplemente? Absolutamente no. La materia no puede manifestar
Vida o Mentalidad, y como la mente está manifestada en el universo, el TODO no puede ser materia,
pues nada asciende más allá de su propia fuente, nada puede manifestarse en un efecto si no lo está
también en la causa, nada puede evolucionar o emerger como consecuente si no está involucrado o
involucionado como antecedente. Y además la ciencia moderna nos dice que la materia no existe
realmente, sino que es «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o fuerza en un grado menor de
intensidad vibratoria. Como ha dicho recientemente un escritor, «la materia se sumerge en el Misterio».

Aun la ciencia materialista ha abandonado la teoría de la materia y ahora descansa sobre la base de la
«energía».

¿Es pues, el TODO mera fuerza o energía? No. La fuerza, tal como la entiendan los materialistas,
es una cosa ciega, mecánica, carente de vida o mentalidad. La vida y la mente no pueden nacer de ciega
energía, por las razones dadas un momento ha: «Nada puede subir más alto que su propia fuente, nada
evoluciona si no ha involucionado, nada se manifiesta en un efecto si no está en la causa». Así que el
TODO no puede ser mera fuerza o energía, porque si lo fuera no existiría eso que se llama mente y
vida, y ambas sabemos que existen, porque nosotros estamos vivos y estamos empleando nuestra mente
en considerar esta cuestión; y en iguales condiciones se encuentran los que afirman que la energía es
todo.

¿Que es lo que hay superior a la materia y a la energía, y que sepamos que existe en el Universo?
¡Vida y mente en todos sus diversos grados de desenvolvimiento! Entonces preguntaréis: ¿Queréis
significar que el TODO es vida y mente? Si y no, es nuestra respuesta. Si entendéis por vida y mente lo
que nosotros, pobres mortales, conocemos de ellas: ¡No, el TODO no es eso! Mas ¿qué clase de vida y
mentalidad significáis?, preguntaréis.

La contestación es mente viviente, tan amplia como nosotros podamos concebirla, puesto que la
vida y la mente son muy superiores a la fuerza puramente mecánica o a la materia. Mente infinita y
viviente, si se compara con la vida y la mentalidad finitas. Queremos indicar eso que quieren significar
las almas iluminadas, cuando reverentemente pronuncian la palabra: ¡ESPÍRITU!.

El TODO es mente viviente e infinita, los iluminados lo llaman Espíritu.

* * *

El Kybalión

EL UNIVERSO MENTAL


CAPÍTULO V

EL UNIVERSO MENTAL

«El universo es una creación mental sostenida en la mente del TODO.»

El Kybalion.


El TODO es espíritu. Mas ¿qué es el espíritu? Esa pregunta no puede ser contestada, puesto que
definirla sería prácticamente definir al TODO, el cual no puede explicarse. El espíritu es simplemente
el nombre que los hombres dan a la más elevada concepción de la infinita Mente Viviente, significa la
esencia real, tan superior a todo cuanto entendemos por mente y vida, como estas últimas a la energía y
la materia. El espíritu está más allá de nuestra comprensión, y usamos dicho término en el mismo
sentido y queriendo significar lo mismo que cuando hablamos del TODO. Para nuestro entendimiento
podemos pensar del espíritu como de una Infinita Mente Viviente, teniendo en cuenta, al mismo
tiempo, que no podemos comprenderlo del todo. O hacemos esto, o nos vemos obligados a dejar de
pensar.

Procederemos ahora a estudiar la Naturaleza del Universo, como un todo, y también en sus partes.

¿Qué es el Universo? Hemos visto ya que nada puede existir fuera del TODO; entonces ¿El Universo
es el TODO? No, no puede serlo, porque el Universo parece estar hecho de muchas, de múltiples
unidades, y está en continuo cambio; Y de todas maneras, no está de acuerdo con las ideas que nos
hemos visto obligados a aceptar respecto al TODO, según ya indicamos en nuestra lección anterior.

Entonces, si el Universo no es el TODO debe ser nada; tal es la inevitable consecuencia que se presenta
en la mente aparentemente. Pero esto no satisface la pregunta, porque nosotros somos sensibles y
sentimos la existencia del Universo. Y si el universo es algo y no es el TODO, ¿Qué puede ser?
Examinemos la cuestión.

Si el Universo existe absolutamente, o por lo menos parece que existe, debe proceder en alguna
forma del TODO, ser su creación. Pero como algo no puede venir de nada, ¿de qué pudo crearlo el
TODO? Algunos filósofos han contestado a esta pregunta diciendo que el TODO creó el Universo del
sí mismo, esto es, sacándolo de su propia sustancia. Mas esta respuesta no sirve, puesto que el TODO
no puede ser aumentado, ni disminuido, ni dividido, según hemos ya visto, y aunque así fuera no podría
cada partícula del Universo estar segura de ser el TODO, puesto que éste no puede perder el
conocimiento de sí mismo, ni convertirse en un átomo o fuerza ciega o un ser viviente inferior.

Algunos, habiendo realizado que el TODO es todo, y reconociendo que ellos existían, han llegado a la
extraordinaria conclusión de que ellos y el TODO eran idénticos, y han llenado el aire con sus gritos de
«yo soy Dios», sirviendo de solaz a las multitudes y de motivo de pena para los sabios.

Si el átomo gritara «yo soy hombre», todavía sería modesto en comparación.

Pero ¿qué es, en realidad, el Universo, si no es el TODO ni ha sido creado por Él separándolo de su
propia sustancia? ¿Que otra cosa debe ser? O, mejor preguntado. ¿De qué otra cosa puede haberlo
hecho? Esta es la gran cuestión. Nos encontramos con que el principio de correspondencia (véase el
capítulo I) viene en nuestra ayuda. El antiguo axioma hermético «como es arriba es abajo» puede ser
empleado ahora para iluminar este punto. Tratemos, pues, de comprender algo de lo que pasa en los
planos superiores, examinando lo que pasa en el nuestro propio. El principio de correspondencia puede
aplicarse a esto lo mismo que a cualquier otro problema. Veamos. En su propio plano de existencia,
¿cómo crea el hombre? Primero, puede crear haciendo o construyendo algo con los materiales que el
mundo externo le brinda. Mas esto no nos sirve, porque fuera del TODO no existen materiales de
ninguna clase con los que Él pueda crear. En segundo lugar, el hombre puede crear por medio de la
fecundación, que no es más que su multiplicación, acompañada por la transferencia de una parte de su
propia sustancia a la matriz de la madre. Mas esto tampoco nos sirve, porque el TODO no puede
transferir o substraerse a sí mismo una porción, ni puede reproducirse o multiplicarse a sí mismo. En el
primer caso habrá una substracción de su sustancia o adición al TODO, lo que es un absurdo.
¿No existe otro medio por el cual crea el hombre? Sí, hay otro: la creación mental. Al crear en esta
forma, él no emplea materiales que le aporte el mundo externo, ni se reproduce a sí mismo, y, sin
embargo, su espíritu compenetra su creación mental.

Siguiendo el principio de correspondencia, se puede pensar justificadamente que el TODO crea el
Universo mentalmente, de una manera parecida al proceso mediante el cual el hombre crea sus
imágenes mentales. Y he aquí que en esta descripción coinciden tanto el dictamen dado por la razón
como el de las almas iluminadas, según se puede encontrar en sus escritos o en sus enseñanzas.

Tales
son las doctrinas de los sabios. Tales las que enseñó Hermes.

El TODO no puede crear de ninguna manera, excepto mentalmente, sin emplear ni materiales (pues
no hay ninguno), ni reproduciéndose (lo que también es imposible). No hay escapatoria para esta
conclusión de la razón, la que, como hemos ya visto, concuerda perfectamente con lo que dicen los
iluminados. De igual manera que podéis vosotros crear un universo en vuestra propia mente, así el
TODO crea los Kosmos en la suya propia.

Mas vuestro universo sería la creación de una mente finita, en tanto que la del TODO sería la
creación de un infinito. Las dos son iguales en clase, pero difieren infinitamente en grado.
Examinaremos más estrictamente el proceso de la creación y manifestación conforme vayamos
avanzando en nuestro estudio. Mas este es el punto que debéis fijar por ahora en vuestras mentes: El
Universo y todo lo que él contiene es una creación mental del TODO; todo es mente.

«El TODO crea en su mente infinita, innumerables universos, los que existen durante eones de tiempo, y
así y todo, para Él, la creación, desarrollo, decadencia y muerte de un millón de universos no significa más
que el tiempo que se emplea en un abrir y cerrar de ojos.»

El Kybalion.

«La mente infinita del TODO es la matriz del Kosmos.»

El Kybalion.

El principio de género o generación (véase el capítulo I y otros que seguirán) se manifiesta en todos
los planos de la vida: material, mental y espiritual. Pero, según ya hemos indicado anteriormente, el
«género» no significa «sexo», pues este último no es más que la manifestación material del género.

«Género» significa «lo relativo» a la generación o creación. Y dondequiera que algo se genera o se
crea, sea en el plano que sea, es principio de género se está allí manifestando. Y esto es verdad, aun en
lo que se refiere a la creación de los universos.

Ahora no vayáis a suponer que estamos enseñando que hay un dios creador macho y otro hembra.

Esto no sería más que una mistificación de las antiguas enseñanzas al respecto. La verdad es que el
TODO, en sí mismo, está más allá del género, así como también está más allá de toda otra ley,
incluyendo las del tiempo y del espacio. Él es la ley de la cual todas las leyes proceden, y, por lo tanto
no puede estar sujeto a estas últimas. Mas cuando el TODO se manifiesta en el plano de la generación o
creación, entonces actúa de acuerdo con la ley y con el Principio, pues se está moviendo en un plano
inferior de existencia. Y consecuentemente, Él manifiesta el principio de género, en sus aspectos
masculino y femenino, en el plano mental, por supuesto.

Esta idea podría parecer un tanto chocante, si la oís por primera vez, mas otras veces la habéis
aceptado pasivamente en vuestras concepciones diarias. Habláis de la paternidad de Dios y de la
maternidad de la Naturaleza, de Dios como padre divino y de la Naturaleza como madre Universal, y
así habréis conocido instintivamente el principio del Género en el Universo. ¿No es así?
Mas las enseñanzas herméticas no implican una dualidad real —el TODO es UNO— siendo los
dos aspectos simples fases de manifestación. La doctrina es que el principio masculino manifestado por
el TODO permanece, en cierta manera, aparte de la creación mental del Universo. Proyecta su voluntad
sobre el principio femenino (que puede ser llamado naturaleza), siendo en ésta que comienza la obra
evolutiva de un Universo, desde simples «centros de actividad» hasta el hombre, y aun a más elevados
planos de existencia que el humano, todo ello de acuerdo con bien establecidas leyes de la Naturaleza.

Si preferís las antiguas imágenes mentales, podéis concebir el principio masculino como Dios, el padre,
y el principio femenino como Naturaleza, la madre universal, de cuya matriz todas las cosas nacen.

Esto es algo más que una simple figura poética de lenguaje, es una idea del proceso de la creación de
un Universo. Pero recordad siempre que el TODO es UNO, y que en su mente infinita es donde crean y
generan y existen los Kosmos.

Podría ayudaros a concebir esto propiamente el aplicarle la ley de correspondencia en vuestra
propia mente. Sabéis que esa parte de vosotros que llamáis «yo», en cierto sentido, permanece aparte
de la creación y de vuestras imágenes mentales en el intelecto. La parte de la mente en la que se efectúa
la generación de imágenes puede ser llamada el «mí», en distinción con el «yo», que permanece aparte
y que examina los pensamientos, ideas e imágenes del «mí». Como «arriba es abajo», acordaos, y los
fenómenos de un plano pueden emplearse para resolver los enigmas de los planos superiores e
inferiores.
¿Es acaso maravilloso que vosotros, los hijos, sintáis una reverencia instintiva hacia Padre-Madre?
¿Es maravilloso que cuando consideráis las obras y maravillas de la Naturaleza os sintáis conmovidos
hasta lo más profundo de vuestro ser? Es a vuestra madre-mente a quien os estáis estrechando, como un
niño se estrecha al seno de su madre.

No vayáis a suponer que el pequeñísimo mundo que os circunda —la Tierra— que no es más que
un grano de arena en el Universo, es el universo mismo. Hay millones y millones de tales mundos, y
aun muchos mayores que él. Y aun hay millones de millones de tales universos que existen en la Mente
del Único. Y aun en nuestro sistema solar hay regiones y planos de vida muy superiores a los nuestros,
y seres comparados con los que nosotros somos lo que las amebas respecto al hombre. Hay seres cuyos
poderes y atributos son mucho más elevados que los del hombre, y éste jamás ha soñado que pudieran
existir. Mas, a pesar de esto, esos seres fueron en poco tiempo lo que nosotros ahora, y seremos un
tiempo como ellos son y aun superiores, porque tal es el destino del hombre, a juzgar por lo que nos
dicen los iluminados.

La muerte no es real, ni aun en sentido relativo: no es sino nacer en una vida nueva, y ascendemos
y seguiremos ascendiendo a planos de vida cada vez más elevados, durante eones y eones de tiempo. El
universo es nuestra casa, nuestro hogar y podemos explorarlo hasta sus más lejanos confines, antes de
la consumación de los tiempos. Estamos en la mente del TODO y nuestras posibilidades y
oportunidades son infinitas, lo mismo en el tiempo que en el espacio. Y al fin del gran ciclo de eones,
cuando el TODO reabsorba sus creaciones en sí mismo, marcharemos alegremente porque entonces
seremos capaces de comprender la verdad toda de ser UNO con el TODO. Esto es lo que nos afirman
los iluminados, esos que han avanzado tanto en el sendero de la realización.

Y, en el entretanto, estemos tranquilos y serenos; estamos seguros y protegidos por el Poder
Infinito del Padre-Madre Mente.

«En la Mente del Padre-Madre, los hijos están en su hogar.»

El Kybalion.

«No hay nadie que no tenga padre y madre en el Universo.»

El Kybalion.


* * *

El Kybalión